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Ser objeto de persecución constituye, junto con la melancolía y con la pobreza, un rasgo clave del mito de la maldición literaria, mito que popularizara Paul Verlaine con la publicación de Les poètes maudits (1884), y que rastrea y explica Pascal Brissette en La malédiction littéraire. Du poète crotté au génie malheureux (2005). Dicho esto, parece evidente que el escritor exiliado tiene muchas probabilidades de creer y encarnar—en sus propias carnes o en la de sus álter ego, yoes autobiográficos o autoficcionales—dicho ideal o “mística crística del artista maldito” (Bourdieu 1992: 123). En el caso español, lo evidencian de un modo sobresaliente los textos autobiográficos de Juan Goytisolo.