Cuando Laín Entralgo cierra aquella valiosa obra en la que reflexiona e investiga largamente acerca del tópico de la curación por la palabra en la Antigüedad Clásica, señala breve pero significativamente que, después de Aristóteles, el tema de la palabra y su virtud terapéutica, encuentra recién con el cristianismo una nueva posibilidad de ser abordado y profundizado1. Y menciona, en este sentido, a Gregorio de Nisa, Basilio de Capadocia y Clemente de Alejandría. Los dos primeros, hermanos entre sí, fueron maestros de Evagrio Póntico. El tercero, uno de sus principales referentes doctrinales. El médico español señala que esta nueva posibilidad que se abre con el cristianismo, es solo incipiente en aquellos tres autores, y que tardará siglos en fructificar. La obra del español, habiendo agotado su objeto propio de investigación, no se explaya mucho más en esta dirección. Pero, como toda gran obra, deja abierto así un enorme horizonte de indagación.
En este horizonte puede ser inscripto el abordaje de la enfermedad y la terapéutica del alma que realizará, en el siglo IV, el monje y filósofo Evagrio Póntico. Creemos –y es lo que intentaremos demostrar– que el juicio de Laín Entralgo respecto a la condición incipiente que en aquellos primeros siglos cristianos habría tenido el estudio del tópico, pierde validez al conocer la obra evagriana2. De acuerdo a nuestra hipótesis de trabajo, en efecto, el Póntico confiere a la palabra un singular poder terapéutico que se enraíza en una profunda concepción de enfermedad del alma. Intentaremos demostrar que en Evagrio hay un reconocimiento de la virtud curativa de la palabra y una consecuente propuesta de ejercicio terapéutico de la misma, que emergen de una concepción acerca de la ignorancia de sí como la enfermedad del alma.
De este modo nuestro trabajo tendrá como objetivo principal desarrollar una completa indagación de la concepción de enfermedad del alma (con sus raíces metafísicas y cosmológicas) que se puede encontrar en el corpus evagriano, intentando demostrar que la esencia de la misma es la ignorancia de sí y que, en tal concepción, están los motivos profundos de la consideración de la palabra y su capacidad terapéutica. Asimismo intentaremos demostrar que en el pensamiento evagriano dicha potencialidad de la palabra es actualizada por una figura cara a su pensamiento: la del gnóstico.
El del Póntico es, sin duda, un abordaje que posee importantes antecedentes en ese pensamiento clásico del que se ocupa Entralgo. No obstante, desarrollándose en una atmósfera cristiana, porta una originalidad propia que hace que se pueda decir de él lo que el médico y filósofo español afirma respecto del cristianismo en general y su abordaje del tema de la palabra: se trata, en efecto, del inicio de una “posibilidad nueva” en el reconocimiento de aquello que está herido en el alma humana y lo que puede curarla.
Ciertamente, un estudio acerca del pensamiento evagriano puede y debe ser inscripto también –a fin de visualizar su pertinencia en el marco de los estudios contemporáneos– en el creciente interés que ha suscitado la obra del pensador del Ponto, principalmente desde que empezaron a descubrirse nuevos manuscritos de su autoría y a reconocerse como de su hechura obras atribuidas a otros autores. Todo ello ha generado en las últimas décadas abundantes ediciones y reediciones de sus obras, y un creciente número de estudios acerca de diversos aspectos de su pensamiento. Es precisamente en el marco de estos estudios donde adquiere relevancia abordar un tópico como el que nos proponemos. En efecto, las investigaciones acerca de los aspectos más antropológicos –y, por así decir, psicoespirituales del pensamiento de nuestro autor– se han ocupado ampliamente de analizar la comprensión evagriana de los dinamismos pasionales y cognitivos propios del alma enferma (expuestos con detalle y sutileza por el Póntico), pero no se han ocupado todavía, de acuerdo a nuestra indagación bibliográfica, de dilucidar y profundizar la naturaleza más honda de dicha enfermedad y de comprender, a la luz de ésta, su terapéutica.
El hombre, en el pensamiento de Evagrio Póntico, es un nous encarnado y caído de la unidad con Dios. Dicha caída ha instaurado en el alma (nous encarnado) un estado de enfermedad que se manifiesta multiformemente y que debe ser revertido. En qué consiste ese estado de enfermedad, cuál es su origen, cómo se desarrolla y manifiesta, de qué manera puede ser revertido y mediante qué recursos, son, como se ve, temas fundamentales cuyo estudio puede significar una contribución importante a la investigación en torno a este pensador tardoantiguo.
Ciertamente, y desde el momento en que Evagrio mismo habla explícitamente y en varios lugares de todo ello, hay múltiples y valiosas referencias y reflexiones acerca del tópico de nuestro estudio, en los aportes contemporáneos. Por lo general se trata de valiosísimos contribuciones que versan sobre algún aspecto –reconducible al estado de enfermedad de fondo– de aquella multiforme manifestación. Cabe citar, por ejemplo, los abundantes trabajos que existen hoy acerca del fenómeno de la acedia3 del que Evagrio se ocupa extensamente y cuyo tratamiento constituye uno de los temas más originales de su pensamiento. También, los existentes acerca del tópico de los logismoi4. Por lo general se trata de estudios acerca de aspectos y padecimientos del alma muy bien identificados y minuciosamente abordados y descriptos por Evagrio. De allí la riqueza de los diversas investigaciones que se vienen realizando en torno a ellos.
No obstante, dichos aspectos y padecimientos constituyen, en el pensamiento del Póntico, como intentaremos ver, la actividad cognitiva, pasional y, en general, psicoespiritual, propia del alma ya enferma. Resulta de interés, entonces, indagar en la naturaleza que tiene esta enfermedad para Evagrio en tanto condición de posibilidad de toda aquella actividad. Solo indagando en dicha naturaleza se podrá comprender después el modo en que Evagrio plantea el asunto de la palabra como recurso terapéutico, abriendo así, al decir del Laín Entralgo, una “nueva posibilidad” en las indagaciones acerca de este tópico de interés para la filosofía, la teología y aún la psicología.
Como vemos, nuestro abordaje procurará remitirse a los fundamentos. Es decir, no nos centraremos tanto en aspectos fragmentarios de la concepción de enfermedad del alma en Evagrio, sino que intentaremos realizar un abordaje de fondo que despeje adecuadamente, a la luz del completo sistema evagriano y de las posibles influencias que en él pueden verificarse, la naturaleza de la enfermedad del alma a partir de la cual se hace comprensible tanto toda aquella actividad pasional y cognitiva propia del alma enferma, cuanto el reconocimiento de la palabra como recurso terapéutico. Este abordaje no ha sido realizado aún por la literatura especializada acerca del pensamiento de Evagrio. No obstante, una tal perspectiva encuentra sustento tanto en la misma lógica del sistema evagriano, cuanto en las sugerencias de algunos estudios recientes como, por ejemplo, los de Julia Konstantinosky y Luke Dysinger, que podrían ser considerados como antecedentes directos de nuestro estudio. Konstantinovsky, estudiosa de la Universidad de Oxford, señala claramente que la teoría evagriana de la virtud y de la contemplación constituye la base de una terapia para la curación de la entera persona (espíritu, alma y cuerpo), pero primariamente del nous que es el verdadero yo, el asiento de la autodeterminación, el núcleo ontológico del hombre5. La conclusión que los asertos de Konstantinovsky nos permiten extraer es que el nous se halla, por tanto, en un estado de enfermedad que determina la multiforme manifestación en los otros niveles de la persona. Dysinger, por su parte, llega a afirmar que el gnóstico evagriano participa del ministerio médico del Cristo ofreciendo al alma enferma la palabra de la Sagrada Escritura6.
De este modo, intentaremos en nuestro trabajo encarar el estudio de la esencia de la enfermedad del alma en Evagrio Póntico a fin de comprender en profundidad toda aquella actividad psicoespiritual propia del alma caída –y, en tanto caída, enferma– de la que se ocupan abundantemente los estudios contemporáneos. De este modo podremos delinear un panorama completo de la situación del alma que la palabra busca remediar. No podremos, en efecto, encarar el estudio de la palabra y el reconocimiento de su capacidad terapéutica si antes no establecemos claramente cuál es la naturaleza de aquel estado mórbido frente al que la palabra podría ejercer un efecto curativo. Y es que la palabra se propone como recurso terapéutico frente a un estado de enfermedad susceptible de ser modificado por las virtualidades curativas contenidas en ella.
Por fuerza, hemos de exponer a lo largo de nuestro trabajo una serie de temas y cuestiones, pero no en orden a su completitud o su discusión en detalle. Más bien, nos referiremos a ellos sólo en la medida en que es necesario conocerlos para una comprensión cabal del asunto de la enfermedad y la terapéutica del alma. Por lo demás, ningún tema en el pensamiento evagriano podría ser comprendido cabalmente sin conocer, por lo menos a grandes rasgos, el contexto doctrinal completo pues, como señalan los especialistas, estamos ante un pensamiento orgánico, coherente y sistemático. De tal modo es así que un importante estudioso de nuestro autor como fuera von Balthasar, no ha dudado en sindicar al pensamiento evagriano por su excesiva sistematicidad. Según el teólogo alemán, Evagrio ha desvirtuado la versatilidad del pensamiento de Orígenes en el que se basa, y ha elaborado un sistema férreo y de precisión matemática en el cual toda idea “es la conclusión de algún principio básico que ha sido llevado fanáticamente a un extremo”7. Sin compartir completamente el severo juicio de Von Balthasar, digamos, no obstante, que nos hallamos, en efecto, frente a una arquitectura de pensamiento cuyos elementos son interdependientes y en virtud de la cual debemos, para comprender nuestro tema, abordar primero los principios metafísicos y teológicos que sustentan, cual cimientos, aquella arquitectura.
De este modo el criterio de exposición será temático y comprensivo, que no cronológico. No es posible, por lo demás, desagregar cronológicamente la obra y el pensamiento del Póntico (no existen datos fehacientes acerca de los años en que escribió varias de sus obras) ni tiene sentido hacerlo desde el momento en que las ideas fuertes de su doctrina están dispersas en todas sus obras. Iremos descendiendo, como en una ruta espiralada, desde lo más general a lo más particular. Ello significa que en varios recodos del camino podremos ir visualizando algún aspecto de la estación final, aunque la completa visión de la misma se haga patente recién en la última parada del itinerario. Asimismo esto implicará que los capítulos se vertebren como escalones sucesivos: cada uno será abordado sostenido en los conceptos desarrollados en los anteriores.
De este modo nuestra labor se desarrollará en tres partes armónicas que nos permitirán ir descendiendo hasta el asunto de la palabra y su condición terapéutica. Dicho asunto será abordado a la luz de una indagación doctrinal panorámica del pensamiento evagriano, necesaria e imprescindible para comprender cabalmente el alcance y las implicancias de su propuesta logo–terapeútica8.
La primera parte tendrá como centro de interés aquellos puntos que pueden ser considerados inaugurales en el pensamiento evagriano. Sin pretender ser exhaustivos –pues se indicarán aquí asuntos cuyo tratamiento excede los límites de nuestro trabajo– presentaremos en primer lugar la concepción teológica que constituye el punto de partida de la doctrina evagriana: la Trinitaria. Es desde este punto de partida que comprenderemos, en lo que sigue, la existencia de las creaturas racionales como seres creados a imagen de la segunda persona de la Trinidad y destinados, a imitación de la mismísima unidad Divina, a existir en un estado perpetuo de unidad (
Para este hombre así constituido luego de la caída y que lleva en sus potencias las marcas de ese despeñamiento, es que Evagrio propondrá lo que será el siguiente punto (capítulo 2) de contextualización general necesaria a nuestro estudio: el camino cristiano como la vía regia para retornar a la unidad. Aquí será necesario abordar las tres etapas que, según Evagrio, componen el itinerario cristiano: la práctica (
De manera que, una vez establecidos estos fundamentales puntos de contextualización doctrinal que ya nos habrán permitido ir entrando de lleno en los aspectos del pensamiento evagriano que más nos interesan, estaremos en condiciones de pasar a la segunda parte. En efecto, aquella caída original, aquella pérdida del estado de unidad que el itinerario cristiano busca recuperar, posee una consecuencia inmediata: el estado de enfermedad. El alma se halla en un estado que no es acorde a su naturaleza. Vale decir, en un estado parà phýsin, según frecuente expresión de la obra evagriana. Dicho de otro modo: el alma, en tanto nous caído de la unidad, se halla en un estado de enfermedad. Cuál es la naturaleza de esa enfermedad de acuerdo al completo pensamiento evagriano, será así el objeto de indagación del capítulo 3, en el cual, partiendo de las sugerencias explícitas que realiza Evagrio y de las múltiples influencias que a este respecto pueden verificarse, procuraremos reconstruir –pues nunca ésta es expuesta sistemáticamente en la obra de nuestro autor sino mediante aproximaciones sucesivas– la concepción de enfermedad del alma con la que Evagrio piensa al hombre y su completo dinamismo pasional y cognitivo. En esta reconstrucción descubriremos en qué sentido Evagrio piensa que es la propia alma el objeto de aquella ignorancia patológica, y cómo es que esta particular ignorancia tiene como consecuencia inmediata (capítulo 4) la filautía o amor egoísta del propio cuerpo (pues en virtud de aquella ignorancia el yo llega a identificarse con el cuerpo), y así todo un cúmulo de movimientos pasionales y de actividad cognitiva (logismoi) parà phýsin al servicio de la satisfacción del propio cuerpo.
Una vez presentado el completo panorama del estado actual del alma, y reconstruido el planteamiento, por así decir, “etiológico” del pensador del Ponto, estaremos en condiciones de atacar la tercera y última parte de nuestro trabajo. En efecto, es frente a la ignorancia que la palabra se propone como recurso terapéutico en tanto ella es capaz de encarnar el lógos que sana la ignorancia. Abordar el tema de la palabra como recurso curativo significará, en primer término, establecer el contexto histórico–conceptual en el que debe entenderse el reconocimiento evagriano de la capacidad curativa de la palabra. Será necesario aquí esbozar los antecedentes históricos que, acerca del tópico de la palabra curativa, pueden espigarse en la tradición clásica y alejandrina de la que Evagrio es receptor y, además, ver cómo Evagrio, a la zaga de aquella tradición pero incorporando elementos de su propia cosecha, inserta la propuesta de la palabra dentro de su concepción del designio que, frente a la enfermedad del alma, tiene la Providencia. Asimismo abordar el tema de la palabra como recurso curativo significará, en segundo lugar, clarificar el sentido fundamental que tiene la asignación de una función terapéutica a la palabra (develadora del lógos de sí) y cómo ésta se inscribe en el itinerario de curación con el que Evagrio comprende la vida cristiana (al inicio y en el despliegue de la praktiké). Todo ello será objeto del capítulo 5.
De esta manera podremos descender finalmente al modo en que esa potencialidad terapéutica de la palabra puede ser actualizada para Evagrio en orden a la cura de la ignorancia de sí. Nos ocuparemos así de la palabra del gnóstico, considerada por Evagrio como la palabra proferida por quien ha alcanzado la gnosis. Es precisamente en virtud de haber obtenido la ciencia que el gnóstico puede, con su palabra nacida de la fuente del conocimiento que se ha hecho digno de recibir, contribuir a la cura de la ignorancia de sí que padece el alma humana. Esto exigirá que nos ocupemos, naturalmente, de la figura del gnóstico, sus características, la naturaleza de su función medicinal y su relación con la figura del Cristo médico y el modo concreto en que su palabra puede, de acuerdo a las indicaciones evagrianas, contribuir a la superación de la ignorancia de sí.
Con ello podremos dar por cerrado nuestro estudio pues ya habremos comprendido el modo en que el tópico de la palabra que cura se presenta en el pensamiento de Evagrio Póntico. En efecto, habremos podido verificar que la propuesta evagriana de la palabra como recurso terapéutico se sostiene en una compleja noción de enfermedad del alma como estado “mórbido” postlapsario que la palabra podría subsanar. A su vez, esta noción de enfermedad será comprendida a la luz del completo pensamiento teológico y cosmológico de nuestro autor pudiendo así alcanzar una adecuada y justa intelección de la misma.
La metodología de nuestra investigación será esencialmente hermenéutica ya que procuramos entender a Evagrio desde Evagrio mismo. No obstante, no sólo haremos una lectura comprehensiva de sus obras, sino que también tendremos en cuenta a los autores de los que se nutre y a los autores con quienes dialoga. Muchos de los abordajes evagrianos dependen, como no puede ser de otro modo, de la filosofía clásica y patrística que él recibe durante su formación y que forma parte de la atmósfera intelectual de aquella época. Entran en consideración aquí: Platón, Aristóteles, el estoicismo, los Padres Alejandrinos, los Padres Capadocios, los primeros Padres del Desierto.
A fin de facilitar la lectura, las citas de las obras de Evagrio consistirán en una abreviatura de la obra citada (de acuerdo al detalle de abreviaturas dado más arriba) junto al número correspondiente del kephálaion (capítulo breve) o del escolio, los cuales constituyen los dos géneros en los que se oscila la completa obra evagriana. Al final de la tesis se hallará la información completa de las ediciones de todas las fuentes evagrianas que han sido usadas. En cuanto a los escolios, subrayemos que nuestro autor posee cinco obras pertenecientes a este género. Es decir, cinco de sus obras consisten en comentarios de diversa extensión a versículos seleccionados de cinco libros distintos de la Sagrada Escritura, a saber: Proverbios, Salmos, Eclesiastés, Job y Evangelio de Lucas. En todos los casos, contamos con ediciones que han numerado de modo continuo los escolios por lo que las citas correspondientes remitirán directamente al número de escolio. La excepción son los escolios al libro de los Salmos. En este caso la cita remitirá al número de escolio, y luego al salmo y versículo correspondientes a dicho escolio. Esto es así porque en diversas ocasiones un mismo versículo es comentado con dos o más escolios. Los datos de interés de otras obras, son consignados en el cuerpo de la tesis.
En cuanto a la cita del resto de las fuentes clásicas y patrísticas, solo se consignará en la nota al pie el título de la obra y el número de apartado, línea y/o capítulo correspondiente. En las referencias bibliográficas del final se encontrará el detalle de las ediciones usadas.
En nota al pie, Laín Entralgo –invocando estudios del momento– matiza oportunamente su juicio negativo acerca de la originalidad del abordaje que habría hecho del tópico la filosofía estoica y el pensamiento griego postaristotélico en general.
Ciertamente el médico español no conocía ni podía conocer la obra de Evagrio Póntico, en gran parte inédita al momento de la primera edición de su libro.
G. Bunge, Akèdia. La doctrine spirituelle d’Èvagre le Pontique sur l’acedie, Bégrolles en Mauges, Abbaye de Bellefontaine, 1991; B. Forthomme, De l’acédie monastique à l’anxio–dépression: histoire philosophique de la transformation d’un vice en pathologie, Paris, Synthélabo, 2000; “L’acédie, la dépression, la mélancolie et l’ennui”, en G. Charbonneau & J. M. Legrand (eds.), Dépressions et paradépressions, Le Cercle Herméneutique, Paris 2003, pp. 21–26 “Émergence et résurgence de l’acédie”, en N. Nabert (ed.), Tristesse, acédie et médecine des âmes dans la tradition monastique et cartusienne: anthologie de textes rares et inédits, XIIIe–XXe siècle. Paris, Beauchesnes, 2005, pp. 15–35; A. Louf, “L’acédie chez Évagre le Pontique”, Concilium, 99 (1974), pp. 113–117; Lucrèce Luciani–Zidane, L’acédie. Le vice de forme du christianisme. De saint Paul à Lacan, Paris, Cerf, 2009; R. Peretó Rivas, “Evagrio Póntico y la exclaustración de la acedia”, Carthaginensia: Revista de estudios e investigación, 28/53 (2012), pp. 23–35; J.–N. Despland, “La tristesse en présence de Dieu: de l’acédie à la mélancolie”, Psychothérapies, 33 (2013), pp. 71–80.
K. Corrigan, “Thoughts that Cut; Cutting, Imprinting, and Lingering in Evagrius of Ponticus”, En J. Kalvesmaki & R. D. Young (eds.), Evagrius and His Legacy, South Bend, University of Notre Dame Press, 2016, pp. 49–72; K. Gibbons, “Passions, Pleasures, and Perceptions: Rethinking Evagrius Ponticus on Mental Representation”, Journal of Ancient Christianity, 19/2 (2015), pp. 297–330; M. Horyacha, “Monastic Thought on the Passions: Pseudo–Macarius versus Evagrius Ponticus”, Byzantion 83 (2013), pp. 113–147; G. Tsakiridis, Evagrius Ponticus and Cognitive Science: A Look at Moral Evil and the Thoughts, Oregon, Pickwick Publications, 2010; M. Pesthy, “Logismoi origéniens – Logismoi évagriens”, en L. Perrone, P. Bernardino & D. Marchini (eds.), Origeniana octava, Leuven, Leuven University Press: Peeters, pp. 1017–1022.
J. Konstantinovsky, “Evagrius Ponticus and Maximus the Confessor The building of the Self in Praxis and Contemplation”, en J. Kalvesmaki and R. D. Young (eds.), Evagrius and His Legacy. South Bend, University of Notre Dame Press, 2016, p. 132.
L. Dysinger, “Healing Judgment: ‘Medical Hermeneutics’ in the Writing of Evagrius Ponticus”, en M. Bielawski y D. Hombergen (eds.), Il monachesimo tra eredità e aperture: atti del simposio “Testi e temi nella tradizione del monachesimo cristiano”, Roma, Pontificio ateneo S. Anselmo, 2004, p. 100.
H. Von Balthasar, “The Metaphysic and Mystical Theology of Evagrius”, Monastic Studies, 3 (1965), pp. 183–4.
Tomamos esta expresión en su sentido literal de “terapia por la palabra”, sin ninguna referencia ulterior a la corriente logoterapéutica del psiquiatra austríaco Viktor Frankl.